VOTAMOS EN PRIMERA VUELTA, PARA RESIGNARNOS A LA SEGUNDA
Por Armando de la Torre
Aludo a esa curiosa costumbre ciudadana según la cual todos nos hemos de esforzar antes de las elecciones para, en una segunda vuelta, dejemos que otros, los que anticipamos serán más numerosos, decidan sobre cualquier minoría, incluida a aquella de la que somos parte.
¡Curiosa manera de calcular los efectos de nuestras decisiones aisladas!
Por eso desperdiciamos tantas horas imaginando cómo “los demás” van a triunfar y cómo mejor acomodar nuestro voto a ese hipotético triunfo. Para esto, el CACIF ha sido hasta ahora la institución paradigmática, y desastrosa a un tiempo, para nuestra República, porque, desgraciadamente la acumulación de dólares no equivale a una acumulación de neuronas…
Y también por eso de costumbre nos entretenemos más con especulaciones sobre la segunda vuelta que esforzarnos para la primera. Otra forma, digamos, de blindarnos por anticipado para cada inevitable colapso político que inevitablemente entraña en actitud tan mediocre.
Antes habríamos de plantarnos, creo yo, y desde el primer instante, fatigarnos resueltamente en pro de nuestro mejor destino colectivo, según nuestro muy individual y leal entender…
Desde este ángulo mío, esa tradición de especular anticipadamente equivale a una equivocación mayúscula. Porque todos y cada uno, en mi opinión, habríamos más bien de luchar a brazo partido por aquello en lo que creemos ya desde antes de la primera vuelta. De lo contrario, nos entregamos de hecho a puros devaneos imaginativos, cual señoritos indolentes tan satisfechos como inútiles.
Pero no es esto que propongo, por desgracia, la norma en todas las “democracias” de Occidente. Los “candidatos”, por lo general, juegan imaginariamente con sus simpatizantes como con las fichas de un juego de ruleta. Para nada se apoyan en principios firmes de conducta justa o, peor aún, en la VERDAD honestamente apegada a los hechos.
Así, en semejante contexto, la cuestión del “carácter” del elegible se ha tornado, también por desgracia, insignificante. Que lo digan, sino, Hillary Clinton, Álvaro Colom, Vinicio Cerezo o Cristina de Kirchner…
Siempre hay sus excepciones, por supuesto: entre nosotros Manuel Ayau o Mario Castejón, lo fueron en su tiempo. Zury Ríos, Alejandro Gianmattei o Juan Guillermo Gutiérrez, en el actual. Ninguno, ilustrativamente, victorioso en las urnas hasta ahora.
Sin embargo, es eso lo que clarísimamente ha estado en juego en todas y cada una de las elecciones a las que hemos sido convocado desde 1985: principios y carácter.
¿Permaneceremos entonces, como de costumbre, cuales hombres y mujeres de paja, siempre sujetos a los vientos demagógicos que corran al momento?
De ahí el título que he querido dar a esta nota periodística.
Porque prefiero el voto de un marxista leninista decidido al de cualquier burgués calculador y superficial al uso, que rehúye por hábito salir cara al sol. Por eso mismo, sostengo que todo ciudadano que se dice consciente de sus derechos y deberes, debería votar, sin reserva ni timidez alguna, por quien en su opinión ponderada se ha visto mejor prospecto de servicio al bien común y ya desde la primera vuelta.
“To be or not to be, that’s the question”, amigos.
A tal propósito, quiero devolverle a mi amigo José Rubén Zamora la indirecta que me arrojó, como que no quiere la cosa, el lunes de la semana pasada.
Según él,… “el comité ejecutivo de VIVA puede dar los más recientes testimonios sobre Zury, a la que califica de insoportable, prepotente y abusiva según ciertos miembros de ese comité ejecutivo”.
Aparte de sonarme todo ello como “peladero”, y no de periodista profesional, si a ese grupillo tal juicio de valor les merece la persona de Zury, desde la misma perspectiva del carácter desde la que arguyo, Cromwell Cuestas ya habría de haberlos barrido del comité ejecutivo de su partido como a ratas que se deslizan por la cubierta de una embarcación que zozobra…
“Nadie la aguanta”, resume José Rubén, “solo su padrino Alejandro Botrán, las momias de Avemilgua y el erudito doctor Armando de la Torre que la tiene mitificada”.
A nadie he mitificado, me consta, querido José Rubén, tampoco a ti, pues ya hace mucho rato que en nadie he detectado ese bello hervor juvenil provocado por mí. Pero tiene José Rubén su mínima dosis de razón cuando agregó más adelante que “Mario Monteforte Toledo, que en paz descanse, solía decir que era marxista-leninista, pero que si Zury corría para Presidenta votaría por ella, pues a sus 90 años, le era su amor platónico.” Comentario intrascendente, salvo por la pieza informativa que nos trasluce de don Mario, quien a su edad bien avanzada mostraba tener aún muy buen gusto. Gusto, efectivamente, que comparto, José Rubén, a pesar de hallarme tan cerca de que me incluyas entre esas “momias” de Avemilgua…
Desafortunadamente, las elecciones nunca han sido concursos de belleza, y cuando así se las ha tomado han degenerado en las leyendas de Cleopatra y Lucrecia Borgia, jamás siquiera registradas en ningún texto de política. Mientras, al parecer, olvidamos a esas verdaderas gigantes de estadismo como Margaret Thatcher, Ángela Merkel, Golda Meir, y hasta Indira Gandhi.
Tomemos el caso, por ejemplo, de Jimmy Morales. No lo conozco, pero tengo la impresión de que es un galán de teatro y una excelente persona. ¿Idóneo, por tanto, para la Presidencia de la República? De ninguna manera.
Lo mismo podría decir de otros candidatos con otras calidades, llámense José Ángel López, Roberto González, Lizardo Sosa o Luis Fernando Pérez… De los punteros en las encuestas, por supuesto, ni los creo “presentables”, como suele decir Jorge Briz.
Lo importante y decisivo, para mí, es pues sólo la experiencia y el carácter ya demostrados.
Aclaro que casi ninguno de los que han competido como candidatos, desde 1986, para una curul en el Congreso o para la silla presidencial, tampoco ha dado esa talla. Aun a pesar de un Alejandro Arévalo, para citar alguna de las pocas excepciones, o de un Arturo Herbruger, entre las muy escasas.
Por lo tanto, José Rubén, el “peladero” jamás podrá erigirse para mí en una base desde la que argüir y escoger. A menos que en realidad estemos hablando de la farándula o del deporte de parapente…
Ya sé que para ti el color caqui de los militares es automáticamente lo que el rojo para los toros Miura. Empero, me atrevo a pedirte a que votes esta vez por una mujer leal a su padre militar, de lo más inteligente ella, de lo más instruido, de lo más experimentado y de lo más valiente de entre todas las opciones electorales en la entera América Latina: Zury Ríos Sosa, y también por su compañero de binomio, Juan Luis Mirón Aguilar.
A menos que de pronto compartas, lo que en absoluto creo posible, con esa izquierda local –pues hay otra– de un enfermizo y permanente complejo de inferioridad.