Limosneros y con garrote
Por: Armando de la Torre
Un Nuevo Año que también se anuncia decepcionante.
Mientras Guatemala toca fondo.
Un año, encima, complicado por ser electoral, en el que apenas se vislumbra figura promisoria alguna, salvo la posible de Zury Ríos.
Y los causantes de tamaño bajón, tan desalentador, siguen impunes. Son esos limosneros que armados del garrote del poder coactivo vía impuestos nos exprimen el jugo, empeñados en “salir de pobres” a costa de su soberano, que lo somos nosotros.
Los limosneros habrá de buscárseles entre ellos, la supuesta “clase política” del país. Ahí incluyo los catedráticos y gerentes de nuestra única universidad estatal que “forman” multitudinariamente a una juventud ingenua. Además, ciertos opulentos millonarios del sector diz que “privado”, que saben hacer dinero a la sombra de los políticos. Entre ellos se reparten los privilegios que mantienen al resto de la población no-privilegiada en apuros económicos al tiempo que pésimamente informados.
Es una culpa, pues, ampliamente compartida. Y asímismo cada uno de nosotros aporta lo suyo por nuestra generalizada debilidad de carácter que no nos hace posible exigirles que rindan cuentas.
Pero, ¿por qué habría de ser así? En otros países la corrupción en el poder no es tan agobiante ni permanente como entre nosotros. Un botón de muestra: para el fin del año 2014 la Vicepresidente de la República nos regaló otra de sus joyas retóricas: nos advirtió a los contribuyentes al erario público que si no estamos conformes con la aprobación de más bonos, es decir, de más deuda interna, o de préstamos del exterior, tendríamos que ajustarnos los cinturones para traspasarles más de nuestros ingresos vía nuevos impuestos. ¿Tendrá, acaso, ya el suficiente número de nietos listos para pagar tanta deuda pública que les vamos a heredar?
El “Presidente” tampoco se quedó atrás en la misma tónica: los contribuyentes, afirmó, no queremos pagar más por los “servicios” inexistentes de que supuestamente nos provee un Estado semi fallido por la vía de sus “poderes” soberanos: del Legislativo, del Ejecutivo y del Judicial.
Pregunto: ¿Acaso, don Otto, ama Ud. pagar impuestos? ¿Estará al día con ellos? ¿No le bastan las escandalosas muestras de dispendio irresponsable de usted, de su hijo, alcalde de Mixco, o también de doña Roxana y sus múltiples otros “correligionarios” que les sirven presurosamente a cambio de una no menos jugosa rentabilidad?
Es más, ¿conoce usted por casualidad a alguien, en el entero planeta, que ame verse obligado a desprenderse de lo suyo? ¿No es precisamente por eso que a tales transferencias de riqueza forzadas se les conoce elocuentemente como “impuestos”?
Por otra parte, nadie puede dañar más la moral tributaria de todos nosotros como quienes gobiernan con un estilo de vida fastuoso ya hasta dentro de lo delictivo…
No hay duda de que la organización social suprema de un pueblo, dotada para ello del monopolio del poder coactivo, nos es necesaria, pues es la única alternativa a algo peor, la anarquía, en la que, la justicia no es más que el derecho del más fuerte. O como lo caracterizó Hobbes una vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y, sobre todo, “corta”… Por eso se acepta la existencia del Estado: para proteger eficazmente la vida y propiedades de todas las personas residentes en su suelo, así como para la impartición de una justicia pronta y cumplida e igual para todos.
Todo lo demás es “coyuntural”, es decir, programas hoy apellidados “sociales”, como bolsas solidarias, salarios mínimos, clientelismo burocrático, y otras “ayudas” para que algunos también puedan ir de vacaciones a la playa a costa del próximo, o engendrar hijos a mantener con los ahorros del resto de la población, o hasta compensar a los secuestradores y asesinos por la eventual resistencia que pudieran haberles ofrecido sus víctimas…
No nos queda, pues, otra opción que insistir en la división de los poderes “soberanos” e iguales entre sí y en el establecimiento de controles y candados legales, que, sea dicho de paso, usted, don Otto y sus antecesores han hecho lo imposible por eliminar de hecho.
Sea dicho de paso, ¿Dónde quedaron, por ejemplo, sus promesas de campaña de “transparencia” y de “mano dura”?
¿Cómo explicar que el organizador del asalto a la embajada de España, Gustavo Meoño, continúe encargado del archivo nacional de la policía para que pueda reescribir el pasado a sus anchas? ¿O que el mayor extorsionista de la costa sur durante el conflicto armado, Pablo Palma Lau, figure en la nómina de uno de sus ministerios? ¿O que le resulte más cómoda la postura de hincarse ante el Embajador de turno de Obama?
¿Por qué al Ministro de Relaciones Exteriores de sus primeros dos años, Fernando Carrera, se le financiaron tantos viajes de mero placer y cero logro? ¿O por qué le permitió que, inconsultamente, reconociera “de iure” un Estado de Palestina que nunca antes ha existido, lo que constituyó una afrenta del todo ociosa para nuestro mejor aliado de siempre, el Estado de Israel?
Guatemala, don Otto, en estos tres años de su gestión, así como durante los cuatro años de su antecesor en el cargo, Alvaro Colom, ha dado bandazos como barco sin timonel. Esa es la realidad de sus tres años de liderazgo gubernamental.
Al final, encima, la situación de los guatemaltecos en las zonas rurales ha terminado en una indefensión generalizada ante el CUC y demás bandas de malhechores que le son afines, pese a lo que nos repite la propaganda oficial que usted nos obliga a sufragarle.
Un país, para colmo, más endeudado, más corrupto, más injusto y más desesperado.
Para esta denuncia me sirven de inspiración unos versos en rima clásica de un poeta ejemplar, Francisco de Quevedo:
No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?…
Hoy, usted y la Vicepresidente, con muchos de sus clientes, ya han salido de pobres, ya treparon… ¿Qué es de esperar ulteriormente de ustedes?
Nada.